Últimamente, con la reforma política se ha hablado de “darle poder al ciudadano.” Sin embargo, esta línea de pensamiento que consiste en darle poder de cambio al individuo no estará completa si no viene acompañado de darle poder a los diferentes grupos minoritarios. Es decir, en vez de reducir el poder de los partidos políticos, se debería de fomentar la pluralidad en cuanto a los mismos. Esto propiciaría una representación—tanto en el congreso federal como en los estatales—más plural, que los convertiría en la voz de toda una sociedad en vez de sólo las mayorías. Por lo tanto, en mi opinión, las candidaturas independientes para asientos en los congresos no darían (en la mayoría de los casos) representación efectiva a un grupo, sino a un individuo. Más conveniente sería una representación proporcional de muchos partidos pequeños que representen a todos las ideologías y minorías alrededor del país (o estado). En base a esto, un aumento en el número de diputados y senadores plurinominales representaría mejor a toda la nación (o estado).
Siguiendo esta línea de pensamiento, se debería de fomentar el surgimiento de partidos regionales y locales, en vez de dificultarlo. Lo mismo aplica para los partidos que representan diferentes grupos e ideologías dispersas alrededor del país. La propuesta de subir el porcentaje mínimo para mantener el registro de los partidos del 2% al 4% no tiene sentido si se quiere tener representación de toda una sociedad.
La raíz de este problema que tiene la reforma política propuesta por el ejecutivo es que se toma en cuenta al individuo, pero no a la sociedad; como queriendo refrendar la famosa frase de Margaret Thatcher: “No hay tal cosa como la sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias.” Pero, ¿En verdad habrá tal desarticulación social en México para que esta frase sea aplicable? Claro que no. Lo que hay es una enorme desilusión de parte de la ciudadanía en torno a los partidos políticos. He ahí la causa del clamor por las candidaturas independientes, pese a sus desventajas. Por lo tanto, es necesaria una concientización social acerca de que un partido político no necesita ser corrupto, ni hipócrita, ni “grilloso”, sino lo que a veces les he dado estas características puede haber sido incluso una falta de presencia de otros partidos políticos, tanto regionales como nacionales. Esto ha llevado a que internamente a veces se comporten incluso como una corporación que responda a intereses privados, en vez de como una asociación de representación ciudadana.
En consecuencia, con la reforma política propuesta por el presidente se estaría pasando de un sistema político tripartidista, a uno que, si bien continúa siendo tripartidista, el poder de los partidos quedaría considerablemente reducido, y este vacío de poder vendría a ser llenado por individuos sin afiliación política. Se está pasando por alto un sistema pluripartidista, que, en mi opinión, tiene un mayor potencial de representar a la sociedad que los dos sistemas anteriormente mencionados.
Claro, todo esto aplica para las candidaturas ciudadanas por un asiento en las cámaras legislativas, aunque no para alcaldías, gubernaturas o presidencias. Éstas tienen ventajas y desventajas completamente diferentes a las que he descrito, y merecen una entrada propia.
Otro aspecto de las candidaturas independientes que merece una entrada propia es el financiamiento que recibirían las candidaturas independientes. Pero por hoy, esto es todo.
Los saluda desde Xalapa, Veracruz,
S.S.S. Santiago F. Ballina